“En Belgrado se respira baloncesto por todas partes”
El periodista Javier Brizuela entrevista a Josep María Izquierdo, ayudante del laureado entrenador del Partizan de Belgrado, Željko Obradović. Nos cuenta su trayectoria personal y baloncestística y su nueva experiencia viviendo en la capital serbia: «En Belgrado se respira baloncesto por todas partes».
Josep Maria Izquierdo (Badalona, 1967) estaba en edad de jugar el 16 de abril de 1992, el día que un triple de Aleksandar Đorđević arrebató al Joventut una copa de campeón de Europa que creía suya. En aquella jornada, sin embargo, figuraba en el cuerpo técnico del conjunto catalán. Mientras, en el banquillo del Partizan de Belgrado se sentaba un joven Željko Obradović.
Treinta años después, el laureado entrenador serbio ha vuelto a sus orígenes. Lo ha hecho de la mano de Josep Maria, que ya fue su asistente en Joventut y Fenerbahçe (con ambos fueron campeones de Europa). En este 2022, Partizan y Joventut podrían encontrarse de nuevo en la lucha por un título continental. Josep Maria Izquierdo siempre se refiere a su ilustre compañero de trabajo como Željko. El apellido sobra cuando existe tanta confianza.
En la final de 1992 usted solo tenía 24 años. Cuénteme cómo llegó al cuerpo técnico de un equipo como el Joventut siendo tan joven.
Yo era jugador del equipo de un colegio de Badalona, el Escola Cultural. En minibasket uno de mis primeros entrenadores fue Alfred Julbe, que con el tiempo sería técnico del Joventut. Primero Alfred me llevó a otro club muy conocido de Badalona, el Sant Josep. Continué jugando con él hasta que se fue a entrenar al Joventut. Luego fui a hacer el servicio militar, y a la vuelta tenía dudas: no sabía si seguir jugando o dedicarme a entrenar. Ya había dirigido con 14,15 y 16 años a equipos de niños y niñas.
Al acabar el servicio militar, en mayo de 1988, Alfred Julbe me ofreció ser su ayudante en el primer equipo del Joventut de Badalona. Imagínate, tenía 21 años y me tocó entrenar a gente como Josep Maria Margall, que había sido medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles y había jugado la final contra Michael Jordan. También a Jordi Villacampa, Reggie Johnson… Fue una experiencia muy gratificante y enriquecedora. Continué en el cuerpo técnico cuando llegó Lolo Sainz. Con él ganamos Ligas y perdimos la final de 1992 contra el Partizan en Estambul, con aquel famoso triple de Đorđević a falta de tres segundos.
Un triple que además metió justo delante del banquillo del Joventut.
Sí. Bueno, yo estaba unos pocos metros por detrás del banquillo, en una especie de extensión del mismo. Solo se permitía un número limitado de licencias para estar en el banquillo. Lolo estaba como entrenador y Randy Knowles como ayudante principal. Yo era el segundo ayudante, y por eso no estaba en primera fila.
En ese partido estaba sentado en una silla, al lado de Mario Pesquera, que años después sería seleccionador español. Teníamos la Liga Europea en la mano tras la canasta de Tomàs Jofresa y en un momento, con el triple de Đorđević, se esfumó.
En la fase de grupos el Joventut jugó contra el Partizan en Fuenlabrada (ciudad que acogió los partidos del conjunto serbio hasta cuartos por la imposibilidad de jugar en Belgrado a consecuencia de la guerra). Sería una sensación muy extraña ver cómo la afición local apoyaba al Partizan contra un equipo español.
Es cierto, aunque durante un partido no tienes mucho tiempo de pensar en algo que no sea el encuentro en sí. También en ese momento, por la guerra que había en los Balcanes, teníamos jugando en España a la Jugoplastika y la Cibona. Se normalizó esa situación durante aquellos meses.
Respecto al Partizan, sabíamos que era un equipo joven, de mucho talento en su conjunto, pero no teníamos tan claro hasta qué punto era talentoso cada uno de sus jugadores.
Supongo que faltarían datos sobre el Partizan. La facilidad para recabar información y estudiar al rival en aquellos años no tenía nada que ver con la que hay actualmente.
Sin duda. Había desconocimiento, porque faltaban medios. Veíamos los partidos en cintas de VHS que te las tenían que mandar de forma física. Para analizar al Partizan nos centramos básicamente en Đorđević y Danilović. Luego, con perspectiva, nos dimos cuenta de que había más jugadores de gran nivel en aquel equipo: Rebrača, que acabó jugando en la NBA, Ivo Nakić…
También estaba Nikola Lončar, que jugó muchos años en España.
Sí, también estaba en el equipo. Era un conjunto de mucho nivel, más bueno de lo que esperábamos.
Choque de estilos
En aquella final se midieron dos propuestas diferentes. El Joventut buscaba partidos con ritmo, con posesiones rápidas y muchos puntos. El Partizan ralentizaba más el juego y concedía una importancia mayor a la defensa. Era un rival muy incómodo para la Penya.
Es verdad, pero hubo más factores. En esa Final Four el favorito era Olimpia Milano, que tenía a Darryl Dawkins. Fue una sorpresa que Partizan ganase la semifinal contra ellos. De repente pasamos a ser el gran favorito para el título. Eso creo que no nos ayudó. Fue una losa.
Los principales peligros del Partizan parecían definidos: Đorđević y Danilović. ¿Qué recuerda de la preparación de aquella final?
¿Sabes qué pasa? Cuando juegas un campeonato de este tipo, tienes mucho tiempo para preparar la semifinal, pero solo tienes un día para la final. Nosotros durante la temporada nos habíamos enfrentado a Olimpia Milano y Partizan, pero lo más importante era ganar a Estudiantes, porque era la manera de jugar la final. Fue un partido que dominamos con claridad, de principio a fin, y eso no nos ayudó.
Para la final, como es lógico, habíamos preparado la defensa de sus dos estiletes: Đorđević y Danilović. Es verdad que el ritmo del partido no nos favoreció. Željko ya demostró en ese momento, recién iniciada la carrera de entrenador, la capacidad que tenía para preparar los partidos. Pero también te digo que si Đorđević falla ese triple, estaríamos hablando sobre lo bien que estudiamos al rival y lo buenos que éramos. La final se decidió por el canto de un duro y salió bien para ellos.
¿Cómo pasaron las horas posteriores a la final? Un impacto anímico así debe ser difícil de superar.
Sí, básicamente porque éramos claros favoritos. Pero, al menos en mi caso, existía el convencimiento de que el Joventut volvería a una Final Four. No sabía si seríamos campeones, porque no soy mago, pero estaba convencido de que volveríamos. Esa generación era muy joven, y los jugadores con más experiencia todavía tenían cuerda para unos años. Estaban Jordi Villacampa, Rafa Jofresa o Corny Thompson, mientras empezaba a dominar la generación de Tomàs Jofresa, Dani Pérez, Juanan Morales…
Lo que no podía imaginar era que la vuelta del Joventut a una Final Four sería con Željko en el banquillo y usted a su lado (en Tel Aviv, en 1994).
No, naturalmente. Pero Francesc Cairó, que era el principal encargado de la parte técnica y de diseño del equipo, sabía que era muy importante tener un entrenador que ya hubiese ganado la Copa de Europa. De hecho el propio Lolo también había sido campeón. Francesc creyó que Željko era el entrenador indicado, y la historia nos demostró que tenía razón.
¿Cómo recuerda esos primeros días de Željko como entrenador del Joventut?
Fui a recibirle al aeropuerto, dentro de una expedición del club. Llegaba con su esposa y con su hija. Desde el principio vi que era alguien muy cercano y humilde. No hablaba inglés ni español, así que tuvimos que contratar un traductor para entendernos. Tuvimos una conexión enorme desde los primeros días. Creo que me convertí un poco en su ‘lazarillo’, porque no solo le tenía que ayudar en cuestiones de baloncesto; debía conseguir que se integrase bien en Badalona, y le hablaba mucho de la Penya y de su tradición, para que entendiese bien lo que significaba el club para la ciudad. Esa gran conexión inicial se mantiene hasta la actualidad.
En 2019, con motivo del 25º aniversario de la Final Four ganada por el Joventut, salió un documental (‘Spirit of Tel Aviv 94’) que recordaba aquel triunfo. En él se destacaba la dificultad que tuvo para el equipo la asimilación del método de Željko Obradović tras la etapa de Lolo Sainz. ¿Tan complicada resultó esa transición?
Es una muy buena pregunta, porque fue un ‘shock’ dentro del equipo. Lolo tenía una manera de entrenar, que era la que le había dado el éxito, ganando Ligas y Copas de Europa. De hecho, diría que Lolo también nos impactó, porque él nos mostró el camino para ganar. El equipo estaba formado y tenía suficiente talento. Solo nos faltaba el empujón que nos dio Lolo para conseguir títulos. Ganamos dos Ligas consecutivas, contra Barcelona y Madrid, y jugamos la Final Four de 1992. Él nos empujó a jugar para ganar, no solo a jugar bien. Nos puso la obligación de ganar. Por su parte, Željko era mucho más meticuloso, intervencionista en el juego, quería tenerlo todo controlado…
Cada detalle importaba.
Exacto. Lolo buscaba más explotar el talento, individual y colectivo, y Željko incide más en el análisis minucioso. Ve el juego como un engranaje perfecto donde todo el mundo debe saber su rol. No quiero decir que antes de él los jugadores no lo supiesen, pero con Željko cada uno era una pieza concreta dentro de ese mecanismo que debía funcionar para ganar. Recuerdo que con él tuve muchas reuniones, donde nos comíamos la cabeza.
Con Željko entrenábamos durísimo. A las dos horas, cuando terminábamos la sesión, seguía el trabajo: unos días había ‘sprints’, otros subíamos y bajábamos a toda máquina las escaleras que hay en el Pabellón Olímpico de Badalona, a veces hacíamos multisaltos… Un día, por ejemplo, le dije que tuviera cuidado con Corny Thompson: tenía más de 30 años y era un tío grueso, con unas rodillas que podían sufrir mucho. A ese ritmo quizás no llegaría a final de temporada. Él me respondió que estaba equivocado, que precisamente haciendo esto era como Corny llegaría bien a final de temporada. En aquellos días yo era el filtro, el que le alertaba de posibles problemas derivados de los cambios que impuso. Luego nos demostraría que el que estaba en lo cierto era él.
Es curioso cómo la historia trata siempre mucho mejor a los vencedores, cuando estos varias veces se deciden por pequeños detalles. Una genialidad de Đorđević le quitó un título europeo al Joventut, y un triple de Thompson fue clave para la victoria en Tel Aviv dos años después. Podía haber ocurrido al revés, y la historia hubiese cambiado completamente. Željko igual no hubiese llegado a Badalona y usted no hubiera trabajado con él.
Posiblemente. Estoy de acuerdo en que los pequeños detalles hacen la gran diferencia. Te voy a poner un ejemplo. En 2016, en la final que jugamos en Berlín con el Fenerbahçe contra el CSKA, teníamos el partido ganado, y un rebote ofensivo de Khryapa provocó la prórroga. Si no hubiera cogido ese rebote, o si hubiera fallado el tiro, tendríamos una Copa de Europa más. Un pequeño detalle te lleva a la gloria o a la miseria.
Con Obradović en Belgrado
Tras un año sabático, este verano vuelve a trabajar en un proyecto junto a Obradović. ¿Le ha sorprendido la dimensión que tiene su figura en Belgrado?
Tampoco me ha sorprendido mucho, porque ya sabía lo que supone su figura en otros clubes. En la temporada 2013/14, cuando volví a ser su asistente, jugamos con el Fenerbahçe en Atenas, contra el Panathinaikos. El pabellón tembló cuando Željko salió a la cancha antes del inicio del partido. Me imaginé cómo sería un recibimiento en su casa, porque en la de Panathinaikos fue estremecedora, de escaparse las lágrimas y ponerse la piel de gallina. Ver cómo se puede querer tanto a alguien que, al fin y al cabo, es un extranjero y no salió de su cantera.
Cuando jugamos en pretemporada, hace unos meses, contra Fenerbahçe en el Ülker Sports Arena, fue tres cuartos de lo mismo. Aquí en Belgrado, en nuestro primer partido, solo hubo una cosa muy triste. Había fallecido Dušan Ivković, amigo íntimo de Željko, y cuando él salió a la cancha estaba muy triste. Después del partido me dijo que era una lástima que su amigo no hubiese podido ver este recibimiento. Me dijo de manera textual: “Yo no quiero la gloria si no está mi amigo aquí”.
Tendrías que ver cómo le reciben en cada partido los aficionados del Partizan. Él fue capitán como jugador y les llevó a la gloria como entrenador en 1992, contra un equipo tan rico como Olimpia Milano y otro con tanta tradición en el baloncesto español como el Joventut.
El documental que ha sacado la Euroliga recientemente sobre el regreso de Željko Obradović al Partizan va en esa línea. Es el regreso de un ídolo treinta años después. Es un relato en el que todo parece encajar muy bien.
Bueno, esperemos que sí (sonríe). De momento los mimbres están y él se encuentra muy contento. Yo ya se lo digo, que le veo muy feliz de estar en su casa. Además hace un año Željko fue abuelo. Su hija Anja le ha dado un nieto. Željko es una persona diferente aquí que en Estambul. En Belgrado está con su familia y amigos, va a los restaurantes que conoce de toda la vida… Es verdad que le aprecian y le tratan bien en todos los sitios, pero no es lo mismo estar a cinco minutos en coche de tu casa que tener que coger un avión para desplazarte a otra ciudad y vivir en una casa alquilada.
A veces Željko se reúne con varios exjugadores. Se forma un ambiente muy bonito de basket. Cuando se junta con estas personas empiezan a contar batallitas que son muy divertidas. Lo malo es que ya han pasado muchos años de las historias que cuentan. ¡Qué mayores somos! (ríe).
Supongo que estar rodeado de tanto aprecio genera tranquilidad para desarrollar un proyecto sin urgencias externas, más allá de la presión autoimpuesta.
Ahí voy. No hay mayor presión que la que pone Željko. Siempre digo lo mismo. Él está igual de concentrado, es igual de profesional, vive con la misma pasión y prepara igual el primer partido de pretemporada, o el primer entrenamiento, que el último de play-off o de la Final Four. Evidentemente hay diferencias, porque, por ejemplo, no ves los mismos videos del rival cuando tienes un partido de pretemporada que cuando encaras una Final Four. Pero la presión la pone él, al margen de las expectativas de la prensa, la directiva o los aficionados.
¿Cómo es el Partizan desde dentro? Visto desde fuera llama la atención la presencia de varios exjugadores del club en el organigrama: Mlađan Šilobad, Zoran Stevanović, Vladimir Dragutinović, Aleksandar Pavlović… Y Zoran Savić como mánager general, que aunque no jugase en el Partizan es un histórico del baloncesto serbio.
Partizan es un club polideportivo. Además del fútbol tiene equipos en varias disciplinas, pero nosotros nos regimos como si fuéramos únicamente un club de baloncesto. No quiere decir que no sigamos los otros deportes; naturalmente que sí que lo hacemos, pero nosotros estamos en el día a día rodeados de gente de baloncesto.
Aquí se respira baloncesto por todas partes. Durante la pretemporada entrenamos en una cancha como la Ranko Žeravica Sports Hall, donde había jugado Željko. Luego, cuando juegas en la Sala Pionir puedes oler ese ambiente. Si cierras los ojos imaginas ahí a las grandes estrellas del Partizan y del baloncesto yugoslavo: Kićanović, Dalipagić… A mí, que vengo de una ciudad de baloncesto, me enorgullece mucho todo esto. Me alimenta el espíritu. Recuerdo que cuando era pequeño admiraba a los jugadores de la Penya: ‘Moka’ Slavnić, Santillana, Margall, Fernández, Filbà… Cuando cierro los ojos tengo la misma sensación que tenía en Badalona. Me llena de vitalidad, de energía.
Ahora se da una circunstancia muy curiosa. Cuando estuvo en el cuerpo técnico del Real Madrid dirigió a Dragan Tarlać. Y actualmente su hijo Luka pertenece al Partizan (juega en el KK Dunav, un equipo vinculado).
Sí, Dragan trabaja en la Federación Serbia (es director de la selección). De hecho me encontré con él en la Copa Korac. En el Madrid coincidimos una temporada, la 2002/03. Dragan es un tipo sensacional.
La vida en su nuevo destino
¿Se encuentra a gusto en Belgrado?
Me gusta Belgrado porque es una ciudad pequeña en comparación con otras capitales. Estambul es una ciudad preciosa, pero el problema del tráfico es tremendo. Había días que tardabas dos horas para ir de un lado al otro. Tenías una mañana libre, querías visitar las mezquitas y no ibas porque a lo mejor no llegabas a tiempo para el entrenamiento de la tarde. En Belgrado, en el día que más tráfico hay, puedes cruzar la ciudad de un lado a otro en 35 o 40 minutos. Para mí eso es una maravilla.
Es una ciudad tranquila dentro de lo que cabe.
Sí, no tiene el caos de las grandes urbes. Belgrado tiene entre uno y medio y dos millones de habitantes. Es ideal. Los dos ríos que pasan por la ciudad, el Sava y el Danubio, son preciosos. Para comer hay restaurantes de todo tipo, y muy bien de precio. Es una ciudad ideal, aunque en mi caso tampoco cambia mucho la vida, esté en Madrid, Belgrado o Estambul. Paso muchas horas en la cancha, con entrenamientos. Además, como Partizan es un equipo muy joven, varios jugadores necesitan muchas horas de trabajo en pista.
También gasto muchas horas analizando a nuestro equipo, pero especialmente a los rivales. La ABA League es una competición que no conocía demasiado. Tenía más o menos controlados a los equipos más famosos, como Budućnost, Estrella Roja, Cedevita… Pero hay otros que no conocía, como KK Borac, Igokea… Y todavía tengo que conocerlos mejor. También dedico mucho tiempo viendo a nuestros rivales en la Eurocup.
Ahora que habla de la Eurocup, menudo formato de competición hay este año. Una fase regular muy larga y octavos, cuartos, semifinales y final a un solo partido.
Primero hay que saber si habrá una o dos plazas que clasifiquen para la Euroliga, que es nuestro objetivo principal este año. Evidentemente el riesgo de jugar el play-off a partido único es matador. Siempre prefieres jugar en casa, pero habrá quien no sepa gestionar la presión. A veces ir perdiendo de cuatro o cinco puntos se convierte en una losa cuando juegas en casa. La Eurocup va ser una competición a cara o cruz. Si el día del partido clave tienes algunos lesionados, o alguien tiene COVID…
No sé si hablar de un modelo injusto, pero es chocante que se disputen tantos partidos en una fase de grupos para acabar jugándoselo todo a un solo partido. Y con la posibilidad que ha apuntado de tener cualquier contratiempo a última hora.
Efectivamente. Además un play-off te permite jugar un posible desempate en casa, y el equipo peor clasificado también merece un partido ante su afición. Por reconocimiento de los suyos y por un tema económico. En el Štark Arena, por ejemplo, caben cerca de 20 000 espectadores. No sé si se llenaría, pero 18 000 sí irían a un partido de play-off. Multiplica esa cifra por los euros, o en este caso dinares, que cuesta cada entrada.
A mí me hubiese gustado que el play-off fuese por lo menos a tres partidos, pero lo que está claro es que sabemos desde el principio que será así. Nos guste o no, no lo podemos utilizar como una excusa si las cosas no van bien.
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