El pico Pelister: la tercera cima macedonia
El Parque Nacional Pelister, en Macedonia del Norte, tiene casi 200 kilómetros cuadrados. El pico Pelister es la tercera cima macedonia. Es un entorno natural único cerca de los lagos Prespa y Ohrid.
La excursión
Son las 8 de la mañana de un día soleado de verano en Bitola.
En el céntrico hostal Goldy, 10 euros la cama en habitación compartida, sus dueños hacen cálculos para saber las horas necesarias para alcanzar el pico Pelister, el nombre que recibe la corona de la montaña Baba, la tercera más alta de Macedonia del Norte.
Insisten en controlar el viento, porque si sopla es imposible subir, y recuerdan que no hay transporte público: el taxi que recorre los 14 kilómetros que separan Bitola del hotel Molika, uno de los puntos de inicio para quienes ascienden al pico Pelister, cuesta 5 euros.

La ruta planeada comienza en el hotel Molika, a 1.420 metros de altura, y pretende llegar al pico Pelister, la tercera cima macedonia, subiendo por la “ruta rocosa” para luego descender por el camino de los dos lagos glaciares, conocidos como los “ojos del Pelister”, terminando en la localidad de Nizepole.
Son casi 12 horas de caminata.
El mapa utilizado lo ha diseñado el hotel Molika, aunque son los trabajadores del hostal Goldy quienes lo entregan. El plano es impreciso, escueto, comercial, pero suficiente para entender los senderos y la importancia del molika, el pino macedonio, un orgullo vivo que da buena madera y que es resistente a diferentes temperaturas, y por tanto apto para las actividades de reforestación.
«Lo descubrió el botanista austriaco August Grisebach en 1839. Aunque el molika se encuentra en otras montañas de los Balcanes, en el Pelister están las especies más longevas, de más de 230 años», cuenta Petar Nolev, alias Pepo, trabajador del Parque Nacional Pelister, guía turístico y director de Mountain Solutions: guide and rescue.
El Pelister es un coloso de 2.601 metros de altura, la tercera cima de Macedonia del Norte. Bajo altos árboles se abre paso un sendero de poca pendiente y suelo firme.
Su ascensión resulta agradable, sin presencia humana hasta el primer punto de referencia: Kopanki, donde está el busto de Dimitar Ilievski, alias Murato, el primer macedonio en coronar el Everest. En esta explanada, con varias mesas y bancos para descansar tras 40 minutos de ascensión, aparece el primer y único grupo que acude por esa ruta.
Pero no van al pico Pelister: su objetivo es señalizar un camino alternativo. En total son 5 personas: tres hombres de más de 60 años a los que le sobra vitalidad, uno de 40 y Nikola, joven búlgaro de 13 años que cada año visita a su abuelo. La ascensión, ahora en pelotón, continúa.
El abuelo de Nikola es el más rezagado. Ha trabajado durante décadas en el Parque Nacional Pelister y es quien se toma más en serio la labor de señalizar.

Lleva un hacha con la que elimina las ramas muertas de los árboles. Al romperlas, solo con el chasquido es capaz de saber la salud del árbol, dice su nieto. En donde no hay señales, corta la corteza del árbol. Luego son sus compañeros quienes dan brochazos: o círculos o líneas, en rojo o blanco.
Esos símbolos son cruciales para los montañistas. Ellos lo saben, y lo inculcan en Nikola, un joven que ya habla buen inglés y que insiste en que no respetamos la naturaleza. Él, además de señalizar, ayudar a limpiar el desorden humano. Pero aquí, por suerte para la montaña Baba y desgracia de los comerciantes, no hay muchos turistas. Tampoco colillas.

El siguiente punto intermedio, conocido como el Vanguard, situado a 1.936 metros, no está muy lejos de Kopanki. Es entonces cuando el camino se complica. Cada vez hay más ortigas, aunque la vegetación es más bella.
Pronto esa amalgama de tonos verdes empieza a desaparecer: en lo que parece una torre de vigilancia comienzan el paisaje rocoso, dominado por tonos grises.
Subido a esta estructura de madera se aprecia el abrupto paisaje de la región: por primera vez no hay árboles que ocultan las vistas. Son casi 2.000 metros de altura. Al este, la montaña es rocosa; al oeste es boscosa.
Entre este punto y el pico Stiv, con 2.468 metros es la tercera cima del Parque Nacional, se trepa por rocas señalizadas. Sin esas marcas, estos 500 metros serían un laberinto de caminos imposibles. Ahora no hay ninguna sombra para cubrirse, es una ruta complicada para los montañistas inexpertos, pero en 90 minutos se alcanza el Stiv.

Luego la montaña parece dar un descanso: continúan las rocas, pero son menos empinadas. En 30 minutos se llega al pico Ilinden, de 2.542 metros, que toma nombre de los levantamientos populares contra el Imperio otomano que desembocaron en la efímera república de Krusevo.
Tras superarlo, el camino de rocas es jalonado a su izquierda por montañas de tonos verdosos. El camino suaviza y tras 20 minutos ya casi se toca la torre de telecomunicación, la eterna referencia, el punto idóneo para hacer otro descanso.
El pico Pelister
Son las 14 horas, y unos metros más arriba de la torre de telecomunicación, de nuevo atravesando rocas, aparece el pico Pelister, coronado con observación por primera vez en 1836 por Ami Bue.
Probablemente porque mucho antes los aldeanos y las aldeanas que aquí residían ya habían alcanzado la cima, no se honra su nombre. Sin embargo, de nuevo aparece una dedicatoria a Murato, que falleció en 1989 cuando descendía al campo base del Everest.
«En su honor, cada año organizamos una subida al Pelister a la que acuden miles de montañistas», recuerda Pepo.

Desde aquí, siempre que lo permitan las nubes, se ve el lago Prespa. Dicen que de un vistazo es posible apreciarlo junto con el lago Ohrid, con esa pequeña franja de tierra salvaje que los separa pero que no evita que cada año el lago Ohrid engulla litros de agua del Prespa.
Hay un camino que desciende allí, otra ruta que conduce a uno de los rincones más especiales de Macedonia. Porque el Parque Nacional Pelister, constituido en 1948, tiene decenas de rutas en sus 170 kilómetros cuadrados.
Una de ellas atraviesa Maloviste, la única aldea dentro del Parque Nacional, desde donde se puede llegar al monasterio de Santa Ana. Uno podría perderse durante una semana en este entorno del valle de Pelagonia, descender hasta el salvaje Parque Nacional Galiçica, y encontrarse con lobos, osos o ciervos.
«Durante el día, es mágico observar las mariposas Scythris Crupta y Scythris Similis, que solo habita en el Pelister. Durante la noche, se presencia el vuelo de la mariposa Hadena Clara Macedonica. Si ama la arqueología, hay asentamientos de la Edad de Hierro.
Siguiendo la Vía Egnatia, que atraviesa el Pelister, tendrá la oportunidad de andar por el mismo camino que atravesaron la falange macedonia (formación de infantería creada por Filipo II de Macedonia), las legiones romanas y los líderes bizantinos», remarca Pepo, de 41 años y que lleva 36 en esta montaña. «Pelister es mi vida», asegura.
Golemo Ezero
Siete kilómetros dominados por los tonos verdes de la hierba separan el pico Pelister del lago Golemo Ezero (Gran Lago), a 2.218 metros de altitud. Pero antes, desviándose unos pocos metros, aparece el Malo Ezero (Pequeño Lago), a 2.180 metros.

Su agua es clara. Al sumergir los pies no hiela, como ocurre en otros lagos similares, y los peces son como insectos, minúsculos. Una vez se retorna al camino que lleva al Golemo Ezero, cuando todo se empina de nuevo, aparecen dos montañistas: son un padre y su hijo que van al pico Pelister desde la ruta de Nizepole. Esa, por lo general, termina volviendo al punto de partida para evitar descender los 500 metros de la «ruta rocosa».
El Golemo Ezero, cristalino, gélido, de 17 metros de profundidad y 200 metros de diámetro, está dominado por una iglesia ortodoxa. En la otra punta, donde se encuentra una cabaña, hay dos coches y diez personas.
A veces la gente se queda a dormir en la posada del Golemo Ezero, abierta entre mayo y octubre y que cuesta entre 5 y 10 euros, aunque siempre, sin necesidad de pernoctar, se podrá beber un té al estilo Pelister: con hierbas de la montaña y, dependiendo del cliente, un chorro de alcohol.
Desde aquí, se puede descender por aldeas como Brajçino y terminar en el lago Prespa. Son 20 kilómetros. Allí, como en todas las aldeas que rodean el Parque Nacional Pelister, se puede dormir y comer a precios populares. Pero no es la ruta definida, y del Golemo Ezero a Nizepole son dos horas bajando.
A veces los tramos se dividen, pero terminan uniéndose para continuar por las mismas señales. En Nizepole, para quienes hagan la ruta opuesta, un cartel marca el camino al pico Pelister: conduce directamente al Golemo Ezero en cuatro horas de ascensión, siendo por su sencillez la ruta más común hasta la cima macedonia.
Son las 19 horas, y ahora toca regresar o en taxi, previa llamada telefónica, o en autostop. Al ser sábado, en esta localidad vacacional pocas familias regresan a Bitola. Pero las hay, es cuestión de tiempo, y el segundo coche que enfila Bitola llega hasta el centro de la ciudad, la plaza Magnolia, donde dos mezquitas otomanas del siglo XVI y la Torre del Reloj (Saat Kule) del siglo XVII dan la bienvenida a la ciudad de los cónsules.
Miguel Fernández Ibáñez
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