Festival Dokufest: lo que pasa en Prizren
El festival Dokufest en Prizren es una de las citas más destacadas de la oferta cultural balcánica.
Contenidos
Temática y organización
Ideología, destrucción, apocalipsis, guerra, propaganda, populismo, corrupción, pandemia, capitalismo, miedo, hambre, racismo, patriarcado, racismo, aislamiento, trauma, nuevo orden, injusticia, fake news, fascismo….
El video introductorio de los cortometrajes y documentales que se proyectaban en el festival Dokufest, que se organiza todos los veranos en Prizren, reunía una secuencia de escenas dramáticas con estos rótulos. El lema de este año era: “How to survive?”. Los últimos años vivimos inmersos en ese clima apocalíptico y la organización como es acostumbrado toma el pulso a los tiempos, tal y como vienen, nos guste más o menos.

Balcanismos recibió la acreditación y allí estuvimos unos días durante su celebración, del 4 al 12 de agosto, llegando en un autobús atestado de viajantes y música a todo trapo desde Podgorica.
Este año, además, se cumplían dos décadas de la inauguración del festival. Era una fecha señera y había mucho que celebrar, después de dos años de supervivencia tecnológica debido a la pandemia.
El plan en sí ya es atractivo: organizar en una de las ciudades con mayor ascendente histórico del continente europeo un festival dedicado a la cultura y la imagen.
El festival tiene su apartado de competiciones, con jurados especializados en cine, que abordan las cuestiones técnicas y creativas, y temáticas, como ecología, derechos humanos o Balcanes. También había programas especiales fuera de competición como documentales de fútbol, un programa infantil, conciertos, talleres o conferencias.
Durante esos días la ciudad está a rebosar. Los visitantes toman las salas de cine al aire libre y los recintos culturales, y que se mezcla con los cada vez más numerosos turistas que quieren conocer Kosovo y los Balcanes. Sorpresivamente, excepto en algún momento aislado, nunca prima la sensación de agobio.
Primer día
Prizren probablemente tenga uno de los paseos más atractivos de la región: unos cientos de metros junto al río Lumbardh, en albanés (río blanco), o Bistrica, en serbio (aguas claras), hasta el Puente de Piedra, con la vista lateral de la Mezquita de Sinan Pasha al otro lado del canal.
Desde una primera aproximación al casco histórico de la ciudad, ya te podías encontrar con chicos jóvenes que trabajan como voluntarios, con camisetas amarillas, que atienden a los despistados.
Frente a la mezquita se colocó una caseta donde los voluntarios resuelven las dudas de los recién llegados.

A doscientos metros más arriba del puente, se encuentra el centro de información o de hospitalidad, donde te dan la acreditación y una bolsa con el programa.
La organización, previa solicitud y admisión, ofrecía alojamiento en casas particulares, con un coste de 10 euros al día. La opción puede ser en una habitación compartida o solo, según la disponibilidad que tenga. Esos días puede resultar tan difícil como excesivamente caro encontrar alojamiento en los aledaños del festival.
Yo tuve la suerte de estar justo en el centro de la ciudad misma, en una casa grande de varios pisos con una familia local, aunque compartí la habitación con un suizo, con el que apenas coincidí durante los días que estuve allí. La casa tenía varias camas disponibles para alquiler.
La organización ofrecía a los periodistas el visionado de dos películas al día a elegir y poder acceder a los eventos Doku Nights. En la selección de películas en la página web solo había que poner la clave secreta para que fueran sin coste alguno.
Por mi parte, nada familiarizado con la localización de las salas, tuve la suerte de que mi primer visionado fuera sobre el cauce del río, en el Kino Lumi.
Fue el documental Disturbed Earth, de Kumjana Novakova y Guillermo Carreras-Candi, donde se plantea una colección de secuencias que relatan el dolor colectivo tras el genocidio de Srebrenica. La mayoría de las salas al aire libre tienen puf de asientos, donde tumbado, puedes seguir la emisión con el rumor de la ciudad.
Otra de las salas, por ejemplo, permite disfrutar de todas las vistas de la ciudad, bajo la muralla de la fortaleza, el Lunar Cinema.


La fortaleza
Me desplacé hasta el interior de la fortaleza para la proyección de dos documentales, en el Sonar Cinema. Hay que subir una pronunciada cuesta hasta lo alto de la cumbre. Es un camino de pavimento de piedras, muy empinado, pero la experiencia merece la pena.
Primero porque la subida se produce en el marco de un profundo misterio nocturno, si no conoces el camino, que resulta más intuitivo de lo que parece desde la mezquita. Luego porque en la subida comienzas a disfrutar de unas vistas excepcionales, donde la ciudad de noche se desnuda como si fueran unas ascuas crepitando sobre carbón.
Allí pude disfrutar de Maldita. A love song to Sarajevo, donde se reúnen el talento de la cantante de sevdalinka Božo Vrećo y de la pianista Clara Peya. Han creado un vínculo emotivo entre Barcelona y la capital bosnia.
Y el documental Patti Smith: Electric Poet, sobre la artista estadounidense, en un ambiente de fuerte extrañamiento, rodeado de piedras medievales y el sonido estridente de los riffs de la guitarra eléctrica.


De vuelta de nuevo a la ciudad, impresiona el gentío como un vórtice humano sobre las calles del barrio de Sadrvan.
Hay locales para tomar té y café, tiendas de suvenires y joyerías abiertas hasta tarde, restaurantes con kebab y burek, locales con música de todo tipo. Por la ciudad se puede escuchar música folk con sintetizadores electrónicos, música techno, y música balcánica donde los clientes vapean narguile y la noche se eterniza sentados junto a las mesas bajas.
En el mismo barrio, los ambientes siguen contrastando en apenas unos pocos metros cuadrados. Te encuentras desde música nostálgica yugoslava hasta sonidos alternativos donde los dj experimentan con versionados turcos o libaneses. Yo terminé la noche en el Destill, acompañado de amigos albano-kosovares.
El local está divido en dos zonas: una de charloteo y otra con DJ invitados donde se monta la fiesta a partir de la media noche. Ambas con buena música.
En cualquier caso, el Dokufest celebra un concierto cada noche en el centro Lumbradhi. Yo disfruté a lo grande con Hercules and Love Affair, una banda estadounidense que habían arrasado con el tema Blind.


Vida y entretenimiento
Como el poso del café turco, por las mañanas todo lo que había pasado y no había pasado la noche anterior se aposenta sobre la superficie. La ciudad no tarda tanto en despertar, y las terrazas son madrugadoras.
La organización ofrece un autobús que te lleva a las localizaciones más alejadas, si no estás dispuesto a la caminata, por ejemplo, las salas comerciales del cine Cinemarine. Allí vi Journal About Želimir Žilnik, un recorrido por la vida del director de cine serbio. Ha sido realizada por uno de sus discípulos, Janko Baljak, al que pude entrevistar al día siguiente.
Las distancias cortas en el festival permiten encontrarse con directores y actores. Así es tanto cuando presentan sus películas, como en los eventos que se organizan durante el día. O incluso en las terrazas si se tiene la suerte de conocer a alguien o de tener poca vergüenza.
Y, realmente, el ambiente general invita a ello, a socializar en un ambiente bastante relajado.

El segundo día pude ver el documental Geographie of Solitude, sobre la vida de una ecologista que observa concienzudamente la naturaleza de la isla Sable de Nueva Escocia desde hace décadas.
Por la noche acudí al visionado de Rexhep – What Killed the Architect, donde se narra las circunstancias que condujeron al asesinato en el año 2000 del arquitecto Rexhep Luci, responsable del plan urbanístico de Pristina.
El inicio de las lluvias obligó a cambiar la sala, hacia el recinto cerrado del Lumbardhi Bahce, sin mayor incidencia. El público estaba conmovido por la gravedad de la historia. Su familia y el director cerraron el acto respondiendo a las preguntas del público en un hondo silencio respetuoso.

La programación no es impedimento para alimentarse bien, y la ciudad oferta una surtida gama de alternativas gastronómicas, entre las qebaptores típicas, donde comer carne a la brasa, panaderías donde venden baklava y demás delicias almibaradas.
También restaurantes donde se puede recomendar la trucha local, y disfrutar de la huerta local con tomates, pepinos, cebolla, pimiento y col de primera calidad. Lo verde siempre recomendable con cada pedido entre tanta proteína asada que hay en la cocina albanesa.
Unos clásicos locales son el Tiffany, el Te Syla, el Hani i Vjetër y el Marashi. En todos ellos destaca el menú mediterráneo, donde la comida de origen turco e italiana se fusionan haciendo un menú de corte muy amplio.
La sorpresa más agradable me la llevé en la qebaptore Hilmia, algo apartado del centro, en la calle Adem Jashari. En términos de calidad precio, me supuso una grata sorpresa, ante la congestión que se produce de noche en los locales del centro. Cayó un buen plato de qebap acompañado de pita, ensalada y ayran.
Conclusiones
Pude conocer a una de las triunfadoras del festival, Flonja Kodheli, gracias a algunos amigos que tenemos en común. Su cortometraje, Ka me kalu, donde dirigía y también interpretaba, expone el retrato íntimo de una mujer albanesa en Bruselas. Su vida está condicionada por el cuidado de su madre, traumatizada por los abusos del régimen de Enver Hoxha.
La repetición de las proyecciones en diferentes horarios permite que no tengas que perderte las películas que sean de tu gusto.
Una paradoja del viaje es que yo vi esta película desde el ordenador en mi habitación, gracias a la generosidad de la directora, una vez se proyectaba después de mi partida.
El talento se encuentra en estos lugares. Los protagonistas engrandecen la reputación del festival, como el galardón al mejor cortometraje en la Competición Nacional la engrandeció a Flonja ante el aplauso general del público.

Es cierto que el programa incide en documentales y cortometrajes que retratan los problemas regionales. Algunos son propios de una sociedad post-conflicto, con experiencias colectivas que a algunos de los asistentes pueden resultar ajenas.
Pero existe una precisa selección de contenidos asociados a los temas de actualidad. Hay una aproximación poco comercial y nada sensacionalista, que complejiza y diversifica el festival y lo conecta con las nuevas tendencias. Así logra un mercado internacional más amplio y diversificado.
El mérito del festival reside exactamente en esta cuestión: en haber creado una conexión transfronteriza que sitúa el panorama local y su terruño cultural en una relación horizontal con otros festivales continentales. De hecho, desde 2019 es un festival clasificatorio de los BAFTA para cortometrajes.

Mi último día en el Dokufest lo dediqué a una sesión continuada, ante la ansiedad por no poder ver todas las proyecciones que quería.
Factory of Workers, una ilustración de lo que es la experiencia real de una fábrica autogestionaria en Croacia;
Eclipse, un repaso a la transición tormentosa serbia a través de una postal familiar con el eclipse que hubo en Serbia después de los bombardeos de la OTAN como historia de fondo.
Y The image Machine of Alfredo C., un documental donde se exponen escenas de la Albania de la Segunda Guerra Mundial tomadas por un soldado camarógrafo italiano. Una tarde intensa donde se acumularon los pensamientos y las reflexiones.
En definitiva, un festival con una buena organización y una selección de títulos bien cuidada. Una ciudad que se internacionaliza de forma natural para servir a los asistentes unos días de encuentro y entretenimiento.
Un plan obligado si se tiene ocasión, más si coincide que nos encontramos en un tour balcánico por los alrededores. Como quien dice, en unas pocas calles, nos encontraremos con todo lo mejorcito de la cultura local.
Miguel Roán
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