Dokufest: entrevista al documentalista Janko Baljak

Dokufest: entrevista al documentalista Janko Baljak

Entrevista al director de cine y documentalista Janko Baljak durante la celebración del festival Dokufest en Prizren.

Esta entrevista sale con bastante retraso, porque el orden de prioridades a veces no es el que se quiere, sino al que uno se debe por compromisos. Eso no objeta que Janko Baljak (Belgrado, 1965) sea una de las figuras más destacables de la cultura serbia y ex yugoslava. Siendo un estudiante, en 1988, reunió en el prestigioso Festival de Pula a 12.000 personas para su debut cinematográfico, con la película de antología Šta radiš večeras (Qué haces esta noche).

Baljak se graduó en Dirección de Cine y Televisión por la Facultad de Artes Escénicas de Belgrado. Fue fundador del departamento de cine y televisión de la mítica Studio B92, y director del Festival de Documentales y Cortos de Belgrado (2009-2014). Entre sus documentales más destacados se encuentra Vidimo se u čitulji (1995), una de las obras documentales de culto en la ex Yugoslavia, Vukovar poslednji rez (2006), un retrato de los horrores de la guerra, o Gram. Kilogram. Tona (2015), donde se aborda el comercio de la droga en Serbia.

Nos acercarnos a Prizren, donde está invitado por el festival Dokufest. Le preguntamos por su proyecto ŽŽŽ (Journal about Želimir Žilnik) dedicado al cineasta y documentalista Želimir Žilnik.

Con un talante directo y convencido nos habla de cine y evolución, de los tiempos en los que la realidad era tan atractiva que no hacía falta recurrir a la ficción.

 

Janko Baljak
Janko Baljak

Me gustaría saber cuáles fueron tus referencias cuando comenzaste esta profesión

Yo terminé Periodismo en el instituto, que era una opción escolar, entonces ya sabía que quería dedicarme a hacer películas. Desde pequeño fui muy cinéfilo. Parece una ridiculez, pero para mí la cinematografía durante los años 80 era una cosa seria. Se hacían 30 películas, entre las cuales había mucha basura comercial, sobre todo en Serbia, y yo pensaba que el cine local demandaba hacerse algo más inteligente. Me matriculé en la Facultad en el año 84, después fui a la mili, la de Tito, que era una experiencia exigente de un año, y luego continué mis estudios. Al tercer año, saqué una película omnibus [Apsoltni sluh en Šta radiš večeras], que cerró el Festival de Pula, que era el festival más importante de Yugoslavia. Entonces llegaron los años 90 y un montón de mis colegas dejaron el país, se fueron a Vancouver, a Los Ángeles, a Sudáfrica. Sentía que vivía una maldición pero que también eran tiempos interesantes. Residía en el centro de Belgrado y solo tenía que salir a la calle para grabar algo interesante y hacer un documental. Esta fue la razón por la que me quedé. Los que se fueron tuvieron que empezar de cero, tirando cables, siendo extranjeros en otro país, vivieron bien, pero tampoco creo que marcharse supusiera que hicieran algo más destacable.

Durante tu carrera muestras que la realidad siempre te ha parecido más atractiva que la ficción.

Nuestra realidad durante los años 90 era más interesante que la ficción, el país se fragmentaba de la peor manera, de forma sanguinaria, las guerras eran tremendamente fotogénicas con independencia de lo que pensemos de ellas. En el 94 grabé este documental que alcanzó cierto nivel de culto en la antigua Yugoslavia, Vidimo se u čitulji [Narra mediante entrevistas personales las vidas de los mafiosos de Belgrado, su forma de vida y sus disputas en el Belgrado de inicios de los 90]. Hubo sanciones y no pudimos exhibir mucho en el extranjero. Nos llamaron para un festival, y se inventaron una sección porque no podíamos competir con el resto de películas. Cuando estrené la película, los espectadores pensaban que los protagonistas eran actores. No se podían creer que fueran personas de verdad, que podían hablar de sus crímenes con total libertad frente a la cámara. Tenía que ponerme a explicar cómo todo en Serbia había dado la vuelta 120 grados. Tenía que darle contexto a los que me preguntaban. Ese documental solo se podía haber hecho durante esos 15 meses, ni antes ni después. En dos o tres tabloides de la época no había un día que [los protagonistas] no se amenazarán o que no hubiera alguna refriega. Me di cuenta que buscaban atención y notiedad. Los periodistas Aleksandar Knežević y Vojislav Tufegdžić tuvieron la idea de hacer un libro sobre ellos. Yo haría el documental, pero en realidad no pensaba que fuéramos a tener muchas probabilidades de éxito. Una cosa es proponerse hacerlo y otra es cuando se enciende la cámara con todo el equipo delante. Por ejemplo, hablaba Kristijan Golubović, y les decíamos a los otros que Kristijan había dicho esto o lo otro. Luego los otros decían: pues vente que vas a escuchar nuestra verdad, así se hizo el documental en cadena. Mientras hacía la película filmé tres funerales. Era un lío porque al morir cada uno de ellos, de repente, tenía que montar la película desde el inicio.


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Con Vidimo se u čitulji nunca tuviste ninguna pretensión crítica.

Todavía hay muchos que me critican porque parece que pretendo glorificarles, y, también, que los jóvenes, y esto es verdad, se saben las réplicas de los protagonistas de memoria, de principio a fin. Considero que si el documental acaba con funerales entonces el mensaje está claro. Aquí no hay ningún dilema. La película se llama Nos vemos en el obituario, si quieres seguir por la senda de la gente que sale en el documental ese es tu fin. Así que no tiene ningún sentido criticarme por ello. Quería mostrar la confrontación de dos mundos “lo que nosotros vimos en un día, las personas corrientes no lo viven en toda su vida”. Eso es lo que dice Bane Grebenarević en la película. Y los mortales corrientes no sabían nada de esta gente. Eran la consecuencia de un tiempo horrible, de los señores de la guerra, la crisis de valores, pero no quería dar ninguna imagen patética, la realidad era que mientras la gente corriente lo pasaba mal, ellos se beneficiaban de la guerra, hacían trabajillos para la Seguridad del Estado, eran criminales estatales. Por ejemplo, Rane [película aclamada de 1998] se inspira completamente en Vidimo se u čitulji. De hecho, Dragojević [director de la película] lo reconoce. El documental se vendió por todas partes, en Bosnia, en mercados de segunda mano, en las plazas. Estoy convencido que es el documental más pirateado en toda la ex Yugoslavia.

Janko Baljak con Miguel Roán sentados en una cafetería de Prizren.
Janko Baljak con Miguel Roán sentados en una cafetería de Prizren.

¿Cuáles fueron tus motivaciones en el documental sobre Vukovar?

Nuestra idea era que se hiciera la primera película serbo-croata sobre Vukovar, y lo fue, yo tenía dos equipos de periodistas de investigación, uno trabajaba en Croacia y el otro en Serbia. En Croacia estaba Drago Hedl, de Osijek, preparamos la película durante un año, y prácticamente todos los meses nos reuníamos e intercambiábamos información de archivos, nos centramos en lo que pasó en Vukovar durante tres meses, desde la primavera hasta la caída de Vukovar. Cuando recogimos todas las piezas del mosaico escribimos el guion, y tuvimos el estreno primero en Zagreb y un día después en Belgrado, y en ambas partes las reacciones fueron idénticas, la gente no aplaudía, si no que estaba en shock, como si alguien les hubiera dado con un martillo en la cabeza. La película por supuesto no gustó ni a los serbios nacionalistas ni a los croatas nacionalistas, en Croacia, eras proserbio, en Serbia, procroata. Por la calle en Belgrado me escupieron, me llamaron ustaša, hubo muchas cosas desagradables después de estrenar la película. Hicimos la película 15 años después de la guerra, ya han pasado otros quince. Han cambiado pocas cosas, incluso se puede decir que la situación entre ambos países es incluso peor, el nacionalismo se transmite. Para mí es inentendible que la gente que no había nacido en esa época odien a los serbios o a la inversa. Prácticamente en Serbia tenemos en el gobierno a voceros de la guerra como teníamos entonces, las élites en ambos países no han cambiado.

¿Qué escena cinematográfica existe ahora respecto a la de la Ola Negra? ¿Puede el cine transformar el escenario social?

Tal vez en la época del 68 el cine tenía una conciencia social, pero considero que podemos cambiar muy poco, que nuestra voz se escucha poco en realidad. Por ejemplo, en Serbia ya no existe la crítica filmográfica, yo me eduqué con esas críticas de cine e iba a la película, ahora estrenas películas y no puedes leer tres fases inteligentes sobre lo que ha pasado, excepto quién ha ido al estreno, cómo iba vestido este y el otro, todo se ha convertido en tabloides. Ni las películas con un presupuesto alto ni medio tienen capacidad de cambiar nada, y muchos menos los que no dedicamos de una forma más profunda. Por ejemplo, a Žilnik le citan los doctorados a lo largo del mundo, más de lo que se le cita en su propio entorno. Por eso quería que esta película fuera un legado para una futura investigación y haberle grabado mientras todavía está en forma, tiene energía, todavía trabaja, viaja… y normalmente estás películas se hacen poco antes de la muerte cuando la persona apenas habla, o no se acuerda de nada. Quiero que la gente le recuerde como aparece en esta película.


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¿Existió como tal la Ola negra?

Žilnik desmitifica el concepto de la Ola Negra, a Saša Petrović no le ve como parte de la Ola Negra, porque por aquel entonces tenía los máximos privilegios en el Estado [Yugoslavia], no tenía ningún problema con la censura, estaba en todos los consejos, incluso su papel en el encarcelamiento de Stojanović fue deshonroso [Lazar Stojanović fue encarcelado por la película Plastični Isus]. Le puso un 10 de nota por la película como su estudiante y después dijo que no tenía nada que ver con la película. Lazar fue el único que cumplió pena de prisión por la película. Es difícil hablar de ellos como un movimiento unificado, tenían en común que en tiempos del cine partisano y de la epopeya partisana, de Bulajić, hicieron otro cine, escenas de gente sin trabajo, marginada, cada uno a su manera. Excepto eso que tenían en común, por lo demás eran directores muy diferentes. Makavejev y Žilnik fueron amigos hasta el final de sus vidas, pero sus películas son diferentes. Lo más fácil para los libros y las enciclopedias ponerlas en un solo cajón. Žilnik desprecia ese término. A mí me gusta mucho Žika Pavlović, que es muy diferente del resto, me gustan todas sus películas, Kad budem mrtav i beo posiblemente sea la que más, era un gran intelectual, si vienes a mi facultad fíjate en los grabados. Cuando expulsaron a Žika de la facultad no sabían que hacer con él, lo expulsaron, pero lo mantuvieron en el puesto de trabajo.

Terminada la entrevista hablamos de cómo ha cambiado el alumnado serbio durante los últimos años. Les caracteriza una necesidad más intensa de conectarse al mundo y con una amplia variedad de proyectos cinematográficos que expresan inquietudes muy diversas. También de sus futuros proyectos y de lo que ya no le interesa: «No me gusta hacer anuncios, hice un par de ellos y tuve la sensación de que me engañaba a mi mismo, que desperdiciaba mi profesión, no sabría cómo explicarlo mejor».

 

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