De niño, una de mis primeras visitas absolutamente inolvidables, fue en la recién construida pirámide dedicada al recuerdo, a la obra y sobre todo, a la memoria del difunto ex-líder comunista de Albania durante casi cuarenta y cinco años sin interrupción alguna, Enver Hoxha.
Cabe destacar que en aquel entonces poco sabía del dictador, y por cierto ignoraba prácticamente todas las atrocidades cometidas durante su régimen cruel, aunque seguramente conocía su nombre y era consciente de que se trataba del hombre más importante de mi país.
Enver Hoxha había muerto unos añitos antes, en 1985, y aún me acuerdo muy claramente del momento exacto cuando en la radio anunciaron su muerte, y mi padre, sentado frente a mí, dejó escapar una pequeña lagrimilla, mientras yo me preguntaba porque tanta conmoción en su cara, y al mismo tiempo en otro lugar, mi madre, que era una doctora muy respetada, estaba celebrando la muerte del dictador junto con unos simples trabajadores de la construcción marginados por el régimen, en absoluto secreto.
Las cosas comenzaron a cambiar poco a poco en Albania, y sobre todo en la capital, Tirana, donde yo vivía, una vez que el dictador no gobernaba más con su típica intransigencia, y la locura de sus eslóganes, del tipo “Vamos a comer también la hierba, si fuera necesario, pero nunca traicionaremos nuestros principios”.
A lo mejor otras cosas iban a cambiar despacio, pero mientras tanto, una pirámide construida de pronto al lado del Rio Lana, que divide Tirana en dos partes, y del gran bulevar histórico dedicado a los Héroes de la Nación, nos despertó bruscamente de estos precoces sueños de libertad.
La pirámide fue construida para inmortalizar a Enver Hoxha, como si fuera un faraón del Antiguo Egipto, tratando de transformar su imagen, en un ser celestial casi mitológico, algo entre los dioses del Olimpo, los faraones egipcios y el dogmático dirigente estalinista, que sustituiría naturalmente de la mejor manera profana, al dios religioso, que el régimen albanés había prohibido oficialmente desde 1967.
Era el año 1988, mi primer año de escuela, y con mis siete años de edad, la primera visita a dicho museo (que la gente desde entonces sigue nombrando de Mausoleo de Enver), fue un tremendo descubrimiento para mí, una construcción deslumbrante, lujo desenfrenado y riqueza obscena, en un país como Albania, que sufría el hambre en aquellos años.
La pirámide estaba totalmente consagrada a la figura del dictador, con sus objetos personales, bolígrafos, documentos, coches, uniformes y viejas fotos y muchas fotos e imágenes del dictador, durante los desfiles del 1 de mayo y otros eventos solemnes.
En la entrada de la pirámide se erguía una estatua en mármol blanco del dictador, que daba la bienvenida a los visitantes, y que fue derribada justo después de la caída del régimen en 1991, mientras que posteriormente, con el advenimiento de la democracia y la larga transición albanesa, la pirámide sufrióvarias transformaciones.
Más tarde se convertiría con los años en un Centro de Exposiciones, Feria del Libro, discoteca abierta, club nocturno y la sede de la televisión privada más grande de Albania.
Después de la caída del régimen, cuando éramos todavía chavales, solíamos escalarla y nos deslizábamos desde la cima de la pirámide hacia abajo, y en nuestra adolescencia, la ex pirámide del dictador, se convirtió en el centro de nuestras noches de Rave Party y música Alternative Rock más salvajes.
Como futuro traductor, escritor y amante de los libros, mis primeros recuerdos de las Ferias del Libro también están vinculados a esta pirámide en particular, ya que las primeras grandes Ferias del Libro de Tirana solían tener lugar en su interior (y también en el cercano Palacio de Congresos, otra construcción típica de los últimos años del régimen totalitario, donde una vez tuvieron lugar los Congresos del Partido).
En los últimos años la pirámide ha sufrido un completo abandono y una lenta degeneración, y ha perdido el antiguo esplendor de la superficie de mármol y las fachadas de vidrio de este edificio verdaderamente kitsch, pero sin embargo fuertemente futurista y brutal en su estilo arquitectónico tan único, destinado a la divinización del hombre a quien fue dedicado.
Hoy en día, la pirámide del ex dictador, es una huella arquitectónica más, en medio de los muchos estilos arquitectónicos que dan a Tirana su arquitectura única, una mezcla de edificios otomanos, italianos, comunistas y de la reciente interminable transición.
La pirámide de Tirana sigue soportando una pesada carga, ya que las heridas de la dictadura en Albania aún no están cerradas, como en cualquier otro país (incluida España, que ha sufrido un duro régimen totalitario), pero es mi opinión y profunda convicción que este edificio encarna mejor la esencia misma del alma de Tirana y Albania en las últimas cuatro décadas.
Esta pirámide nos brinda a los albaneses y a todos los visitantes extranjeros que vienen a Tirana, la visión perfecta de cómo solía ser la megalomanía del régimen y cómo luego sufrió las mismas transformaciones de la sociedad albanesa durante la transición democrática.
Es un ejemplo perfecto del espíritu de esta ciudad, forjado a través de la dictadura, la transición, muchas crisis y la voluntad de continuar, a pesar de todo, transformando y abrazando el futuro, sin olvidar nunca sus raíces.
De esta manera, este monumento dedicado a la memoria de un dictador se ha convertido en parte natural de la identidad de Tirana, de mi identidad también, como persona con profundas raíces en esta ciudad.
Elvi Sidheri
Escritor y traductor multilingüe de Tirana, Albania.